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miércoles, 30 de septiembre de 2009
Poema del olvido
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domingo, 20 de septiembre de 2009
EL EXTRAÑO CASO DE MR. MACAULIGAN
EL EXTRAÑO CASO DE MR. MACAULIGAN
Una mujer lee el periódico. Llaman a la puerta: “Ring, ring”.
Mujer: ¿Sí?
Hombre: Buenas, ¿puedo pasar?
M.- (Le mira de arriba abajo) Depende.
H.- ¿De qué?
M.- De sus intenciones.
H.- Son buenas. Mire mi carné.
M.- Del partido.
H.- ¿De qué partido?
M.- ¿No es usted ruso?.
H.- ¿Ruso yo?
M.- ¿No?
H.- No.
M.- Entonces pase.
H.- Ah, gracias.
M.- (Haciéndole pasar a un salón) siéntese.
H.- Bueno ..., no sé si...
M.- ¿No está limpia la silla?.
H.- Sí, sí.
M.- ¿Entonces?
H.- Bueno... (se sienta), yo preferiría ver la casa.
M.- ¿Para qué?, ¡pues vaya un entrometido!
H.- No..., es que si la voy a comprar ...
M.- ¿Ah!, ¿la va usted a comprar?
H.- Bueno, no lo sé, a eso he venido, pero aún no lo sé.
M.- ¡Mucho exige usted, caballero, para tanta dádiva!
H.- ¡Duda!
M.- ¿Qué si dudo?
H.- ¿De qué?
M.- ¡Ah!, no lo sé.
H.- Entonces... podemos mirar la casa, ¿no?
Ambos se levantan de la silla.
M.- Sí, sí, si la va a comprar.
H.- Bueno, no es seguro.
M.- ¡Entonces no! (Se sienta).
H.- ¡Ah! (Se sienta).
El hombre mira a su alrededor, se da un gran sobresalto, aparece un hombre dando saltos.
Hombre 2.- ¡Oh vosotros!, ¡antes erais ácratas y ahora sois demócratas! (Coge al hombre y le obliga a bailar con él).
H.- (Dejándose llevar) ¡Pero! ... ¿quién es este hombre?
M.- Es mi tío. (Coge un periódico y se pone a leerlo).
H.- ¿Su tío?
Tío.- ¿Es usted ácrata?
H.- ¿Yo?
Tío.- ¡Luego es usted demócrata! ¡Ahá!, ¡lo suponía!, ¡bailemos, joven demócrata!. Tararíiiiii (cantando).
H.- (Girando la cabeza a duras penas mientras baila) ¿Cómo se llama su tío?
M.- Suetonio.
H.- ¡Ay!, ¡qué gente más rara son ustedes!
Tío.- ¡Pues anda que usted que es demócrata!
M.- Sí, sí. Ahí tienes razón tío Suetonio.
H.- ¿Y de dónde ha salido usted?
Tío.- De debajo de la mesa.
H.- ¿Y por qué sale usted de debajo de una mesa?
Tío.- ¿Y por qué no?
Dejan de bailar.
H.- Sí, claro, también es verdad.
El tío se mete debajo de la mesa. El hombre mira alucinado y se vuelve a sentar en la silla. La mujer sigue leyendo el periódico.
H.- Bueno... ¿podemos ver ya la casa?
M.- ¡Ay, hijo!, ¡y que prisas!, ¿no ve que estoy leyendo el periódico?
H.- Pero... bueno, la puedo ver yo solo.
M.- Eso si que no, usted se queda ahí quieto. ¡Vaya con los demócratas!
H.- ¡Qué manía han cogido ustedes con eso!, eh.
M.- ¡Ah!, ¿qué no es usted demócrata?
H.- Sí.
M.- ¿No ve? Oiga ¿usted quiere confundirme a mí?
H.- ¡Dios me libre, señorita!
Tío.- (Asomando por debajo de la mesa y dirigiéndose al hombre)
¡Tenga!
H.- ¿Qué? (Mirando al tío debajo de la mesa).
Tío.- ¡Tenga, demócrata! ,(le tiende un libro).
H.- ¿Qué es esto? (lo coge).
M.- Lea, lea usted, a ver si se queda un poco calladito (mirando por encima del periódico), ¡qué pesado!
H.- ¡Ah!, un buen libro, ¡sí, señor!. (Se levanta exaltado), ¡mire, señorita, dejen ya de tomarme el pelo, hombre!, ¡yo me voy! ¡Yo sólo quería ver el piso!
Mujer.- ¡Uy, y qué aires se da usted!, ¡pues márchese ya por donde ha venido, que ha venido a quebrantar la paz del hogar!
H.- ¿Pero qué paz es ésta?
M.- ¿Lo ve? ¡Me voy, me voy, pero no se va usted!, ¿eh, tío? (mirando debajo de la mesa), no deja de molestar este señor. ¡Qué señor más pesado!
Tío.- (Desde debajo de la mesa) Oiga, joven, usted con esos humos es un ácrata.
H.- ¿Ácrata yo? (Se sienta, coge el libro y se pone a leerlo).
Tío.- (Desde debajo de la mesa) ¡Eh, eh, señor ácrata!
H.- ¿No me llame usted ácrata!
Tío.- ¿Le han regalado alguna vez un limón y una naranja?
H.- Pues no (desconcertado).
Tío.- ¡Tenga, hombre! (le ofrece desde debajo de la mesa un limón y una naranja), que me ha dado usted lástima.
H.- Gracias.
M.- ¿Qué es eso? (mirando extrañada).
H.- ¿No lo ve? ¡y cállese mujer, no me deja usted leer!
Llaman a la puerta (Ring, ring). Se levanta desde debajo de la mesa a abrir el tío. No vemos la escena sólo oímos al tío y al interlocutor que ha llamado a la puerta.
Tío.- ¿Es usted ácrata o demócrata?
Voz.- Demócrata.
H.- ¡Ciérrale, tío Suetonio!, ¡si es demócrata, ciérrale!
M.- ¡Bien dicho! (le da un beso y él se azora). Se oye nuevamente el timbre de la puerta: Ring, ring.
Tío.- (Mirando desde debajo de la mesa al hombre), ¡ay, que trasiego!.
Abra usted que estoy fabricando un tanque.
H.- ¿de agua?
Tío.- No, de tierra.
Se oye: Ring, ring.
M.- (Mirando al hombre por encima del periódico) ¿quiere abrir de una vez?, ¡qué egoísmo!, yo le abrí a usted, ¡claro, como usted ya está dentro!
El hombre se queda mirándola y al fin se decide y va a abrir la puerta. No vemos a los personajes sólo oímos las voces del hombre y de su interlocutor que ha llamado a la puerta.
Voz 2.- ¿Se vende esta casa?
H.- ¡No, no, señor mío!, ¡aquí no se vende nada! Nosotros somos gente muy decente. (Da un portazo). ¡Habrase visto!
Tío.- (Que aparece sentado en la silla donde se sentaba el hombre y leyendo su libro) ¡Diga usted que sí, señor ácrata!
H.- (Se va acercando desde la puerta al tío y a la mujer) ¡Menudo bochorno!, (se mete debajo de la mesa).
Firmado: Elena Pascual
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domingo, 13 de septiembre de 2009
Si ya no te he de amar
Si ya no te he de ver
que mi ojos sean lagos turbulentos.
Si ya no soñaré con tu alma,
que la mía se machaque contra el cristal
pues ya no sabrá volar.
Si ya no te he de pintar
con la fantasía alegre de las flores
que mis manos vacíen barreños oscuros
de lodo y espanto.
Si ya no te he de encontrar
que mis piernas tiriten de vacío.
Si ya no te he de amar,
¿por qué el sol sigue expandiendo tu nombre?
¿desde qué arcano tejido sigue existiendo
tu rostro?
Firmado: Elena Pascual
Firmado: Elena Pascual
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domingo, 6 de septiembre de 2009
¿Por qué te estremece el miedo?
Procedente de Stabies. Museo Arqueológico Nacional. Nápoles. Italia: genio femenino alado y portador de flores
Ahora que ya no te espero
Texto: Elena Pascual
Ahora que ya no te espero
ni deseo palabras dulces,
ahora que sólo enmudeces
y te devuelvo tu cuerpo,
voy recolectando miembros,
voy recogiendo tus ojos
y los meto en una urna,
encuentro tus labios luna
y no los quiero besar,
los miro:
son de papel,
no, más bien de ángulo
obtuso, desviado,
oscuro indicio
de sones malogrados..
En el suelo está tu pelo,
te lo envuelvo en este sobre
no se te vaya a olvidar.
En la maleta tus manos
se van configurando
de caricias sueltas,
también las dejo pasar
y tu espalda y tus brazos
y tus pasos indecisos
están en aquel jarrón.
Llévate todas las partes,
pálpalas al despertar.
Vuelve a revisar tu cuerpo,
¿por qué te estremece el miedo?
Eres distinto,
el misterio te ha creado,
te ha dejado vislumbrar.
No renuncies
si estás vivo,
si has amado,
si es verdad.
Yo reharé mi corazón,
lava hirviente de placer
inescrutado
abandonado
irrealizado...
Texto: Elena Pascual
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