miércoles, 16 de diciembre de 2009

Maldito seas

Dean McDowell






Algún día sonreirá la primavera

y tu rostro simplemente no será.

Algún día volverá la risa ingenua,

ésa que me he prohibido reflejar.

Serás

recuerdo vano, sátiro santón

desdibujado, que me hiciste

temer locos espasmos

mientras acumulabas

salmos en tu boca,

de labios hinchados

e hipócrita desdicha.



Aldo Balding


Así te corrompiste,

mi terrible demonio

trasmutado Luzbel,

de ardiente infierno

como quien corta girasoles de luna

y se envuelve con toallas de viento.




Dean McDowell



Maldito seas hasta el odio más sublime,

por mostrarme la puerta del abismo

por no dejar volar mis primaveras

por no dejar quererte por quererte

por no querer dejar que te quisieran.

¿Qué será de ti , divino arcángel,

si nadie oculta ya su llanto

en angélica alba oblicua?



Gerard Di-Maccio



¿Qué serás, mármol erguido

mientras tu corazón implora

impuras , divinas fantasías,

mentiras y milagros distraídos?

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Maldito seas por deshacer aquel

rostro de fieltro enloquecido,

huyendo del color de lienzo negro.

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Maldito seas por dejarme odiar

las calles de granizo y el mar

desenfocado por los barcos.



Stanislav Plutenko



Maldito seas por no abrazarme

con el temblor del miedo al que será.

Maldito por no dejarte recortar de luna,

y maldito por no abrazarme bajo el sol.

Maldito por mirarme de reojo,

maldito, poco hombre,

por no mirar de frente hasta vivir.

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Maldito seas por talar tu alma,

prepucio lunático y absurdo.

Desvanecido de débiles abismos,

maldito por mil sueños… desvaídos.



Patrick Redmond



Texto: Elena pascual



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lunes, 16 de noviembre de 2009

Los sentimientos de Helena

Dante Gabriel Rossetti's, "Helen of Troy"






Los sentimientos de Helena



  • El amor y los sentimientos encontrados de Helena de Troya toman su espacio en esta entrada que tengo el privilegio y el honor de compartir con mis queridos amigos, Antonio Martín Ortiz y Soledad Sánchez Mulas, grandes conocedores del mundo clásico y geniales escritores.
  • Es un placer contar con su respaldo y su sabiduría.



Helen and Paris, Grotto of Buontalenti





Helena enamorada


¿Por qué habrá insuflado Afrodita
certero amor en mi pecho?

¿Por qué amo a Paris aun sin quererlo?

He de dirigirme a él sin demora:
conocerá mis honrados deseos, mi fidelidad
al rubio Menelao, querido esposo...




Love


Por otro lado, Menelao nunca se enfrentó a Teseo,
si no hubieran venido mis hermanos sorteando
los miedos que se deslizaban desde el infierno
en el que Perséfone sufrió mi misma suerte,
¿qué habría sido de mí?



Venus




Será quizás que a Menelao no le hubiera importado
mi deshonra, aunque no fuera tal.
Teseo fue, en todo caso, un caballero,
no lo es Paris,
¿por qué ese arrojo desconsiderado
e indigno se transforma en ardor
dentro de mi espartano sentimiento?
¿Por qué, Paris, se me aparece tu cuerpo en sueños
y cuánto más lo intento apartar de delicioso deseo
más me atormenta?




Music





¿Por qué, Afrodita
has insuflado el amor en mi pecho?

¿Por qué no acude algún dios
que me fuerce a rechazar
con harta convicción al bello Paris?




Sleeping beauty, National Museum, Athens



¿Por qué sólo Afrodita arroja el halo de amor a mi broncínea piel?
¿Por qué alado Eros arroja tales flechas directas a mi corazón
cuando sólo en mí debería tener cabida mi fiel esposo Menalao?





Menelao, National Museum Athens





¿Qué será de mí, indigna mujer, si atravieso la frontera de Esparta
en dirección a Troya con la única garantía de las palabras
de un desconsiderado y antojadizo troyano?



Athena plaque





¿Qué será de mi amada niña?
¿Qué hablarán de mí Clitemnestra
y Agamenón en dulce reunión familiar?
¿Qué acciones llevará a cabo mi esposo?
Bueno sería comprobar si viene a buscarme
o permitiría que fueran otra vez mis hermanos
mis únicos liberadores.




Menelao, National Museum, Athens




No, no he de ir contigo Paris, por propia voluntad.
Ven a mí, si pretendes que en tu barco de vuelta a Troya,
habite una espartana.




Jacques-Louis David, Paris y Helena




Y si esa espartana que viaja contra su voluntad,
está enamorada de su raptor,
no ha de saberlo
mi esposo, el rubio Menelao,
ni ha de saberlo su familia,
instigadora quizás de duras críticas.
Y mucho menos mi pequeña adorada.




John William Godward - A Grecian Lovely




Y mientras espero un viaje forzoso,
tu cuerpo cubrirá mis sueños,
y tu sombra alentará mis deseos,
amado Paris.

¿Por qué Afrodita
insuflaste este amor irresistible en mi pecho?


Firmado: Elena Pascual



Museo Monte Martini, Rome



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martes, 3 de noviembre de 2009

FRANCISCO AYALA: SE FUE EL GIGANTE








FRANCISCO AYALA: SE FUE EL GIGANTE








Fragmento de El jardín de las delicias:



  • He visitado hoy el museo oriental de esta University of Chicago que voy a dejar, quizá para siempre, dentro de tres semanas...
  • Me detengo frente a la momia desnuda de una mujer.
  • Una ternura muy honda me inunda, una absurda ternura.
  • Veintisiete siglos hace vivió esta mujer, y yo ahora siento ante su cuerpo una emoción, una pena, como si me encontrara de pronto en presencia de alguien que acaba de morirse en plena juventud.
  • No es reverencia lo que siento, no es respeto arqueológico, ni temor, ni nada por el estilo: es una ternura insensata que casi me lleva al borde de las lágrimas. ( Hablar de un misterioso reecuentro a través de los tiempos sonaría a literatura, bién lo sé. Basta, pues).
  • Antes de retirarme, todavía echo una mirada última a la cabeza perfecta, al delgadísimo cuello.


Dino Valls




  • Carmensabes aludía a la necesidad de rendirle un sentido homenaje en vida.


  • HOY LE BRINDO MI HOMENAJE, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MI CORAZÓN, AL ESCRITOR Y A LA PERSONA.

  • MIS LÁGRIMAS PARA EL AMADO Y GIGANTE MAESTRO.



Ambera Wellmann






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Video de Francisco Ayala entrañable:








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sábado, 31 de octubre de 2009

¿Querrás hacerme el amor?

Fotografía: Russell Joslin






-¿Querrás hacerme el amor?


-¡Penalty!


-Entonces me voy a la cocina,

a las 11 .25 me encanta beber

fresa exprimida.




Stanislav Plutenko



-¡Gol!


-¿Querrás degustarme los sabores?

¿Encenderás mi cuerpo de colores?

¿Querrás tocar la cuerda de mi chelo?

¿Querrás morir de risa entre mis senos?



Josep María Mallol Suazo


-Sí, cielo, después del primer tiempo.


-¿Cuánto falta?

-¡Brrrrrr!


-Volcán en erupción, lámpara en llamas.

-¡Falta!!


-¿Querrás interrogar mi espalda y cuello?

¿Querrás ser libélula en mi ensueño?


-Quizás en el intermedio.


-¿Querrás, al menos, pasarme el cenicero?



Alexander Colville




-Perdido el primer tiempo.


-Entonces, ¿no haremos el amor?


-Después del minutos veintidós, veremos.


Firmado: Elena Pascual





Anna Bocek



domingo, 11 de octubre de 2009

En mis nocturnos sueños imagino que te tengo

Siegfried Zademack






  • Porque tú estás dentro de mí,

  • y yo, sin ti,

  • ya no soy yo.


El amor que arrebata el mundo y que nos hace vibrar en sintonía con el universo. La vida que fluye en razón de que alguna estrella se ilumina cuando dos personas se enamoran, las leyes incomprensibles de los sentimientos que hacen nacer galaxias enteras, porque Venus vive en los mundos habitados y en los que están por existir y se hacen realidad, cuando travieso Cupido mira hacia un horizonte nuevo.
Quisiera a modo de agradecimiento hacia el Catedrático de Latín y Griego: mi adorado Antonio Martín Ortiz, por el poema iluminado que ha escrito, introducir éste con unas palabras de mi texto favorito de Horacio.



Correggio

Horacio, Carminum IV, 1

  • ¿Mueves de nuevo guerras, Venus
  • después de paz tan prolongada?
  • Déjame, te lo ruego, te lo ruego.
  • Pero, ¡ay!, ¿por qué, por qué, Ligurino,
  • corre una lágrima furtiva por mis mejillas?
  • ¿Por qué un poco elegante silencio
  • paraliza mi lengua y mi elocuencia?
  • En mis nocturnos sueños imagino
  • que te tengo, que te persigo a ti,
  • que vuelas por la hierba del campo Marcio,
  • que te persigo a ti, cruel, por el agua inconstante.


David Roberts





Y así vuela lleno de inspiración clásica nuestro Antonio, así vislumbra el campo Marcio, y así los clásicos han hecho mella en su alma que se desgrana en líricos colores y se pinta con los frescos de la villa de los Misterios de Pompeya, soles y ramos de belleza.




Julia Bekhova




Ya los dioses sentados en dulce anfiteatro aplauden su aparición. He aquí al Maestro:




Tú,
con la sonrisa en el rostro,
al son de una música celestial,
las palabras titubeantes
que salían de tus labios…
y de los míos.

Y todos esos nombres
de gente importante,
que ya no lo eran,
porque tú lo eras todo,
y lo sigues siendo.

Me pareció por un momento,
que todo estaba al revés,
o casi todo,
porque la mujer
de Van Oostzanen
parece real:
ésa eres tú.
Y la de Rebecca Campbell,
también es real,
pero no eres tú,
porque está al revés.

Y es que yo
no quiero olvidar,
ni mucho menos olvidarte a ti,
porque tú estás dentro de mí,
y yo, sin ti,
ya no soy yo.

En ese caso,
sería otro,
y yo quiero seguir
siendo yo,

pero contigo.


Antonio Martín Ortiz




Nicoletta Tomas Caravia




Lovis Corinth




William Bouguereau




Joseph Mallord William Turner



  • ¡Oh, suene de contino,

  • Salinas, vuestro son en mis oídos,

  • por quien al bien divino

  • despiertan los sentidos

  • quedando a lo demás amortecidos!


  • De todo corazón para Antonio de su admiradora Ἑλένη, con beso gigante de cariño, admiración y agradecimiento.


Tatyana Fedorova



Firmado: Elena Pascual




miércoles, 30 de septiembre de 2009

Poema del olvido

Gage Opdenbrouw




Poema del olvido

Es prioritario olvidarlo todo,
olvidar la misma lectura de Cortázar,
olvidar a Polanski,
el Dakota, a Mr.X
olvidar a Buñuel,
así reza una película suya, ¿no?
olvidar tus aciertos,
¡qué gracia!
olvidar tus errores,
-mejor-,
olvidar tus sonrisas,
pues anda que tu crueldad...




ALAN MACDONALD



Olvidar tus manías,
olvidar los paraguas
negros en una tarde mística.
Olvidar los sueños: los sueños todos,
olvidar el azar: olvidarlo también.

Olvidar la magia, sí, sí, olvidarla,
y ni resto de poemas:
fuera los polacos que conmueven,
los salvadoreños que sacuden,
fuera para siempre los suicidas,
ni hablar de la Pizarnik,
ni saber de la Peri Rossi,
ni asomarse el de Cuenca.




Carrie Ann Baade



Olvidar que un día te inventaste
mermelada en la comisura de mis labios y la saboreaste.

Olvidar que protegías mis medias
de las nubes y las apartabas de la lluvia.

Olvidar las trazas de las líneas
que decoran tu cuerpo y te dejan plasmado en carboncillo.

Olvidar mi sujetador en el tendedero
cuando lo recogías.

Olvidar mil veces que la luna sonreía.

Olvidar, por Dios, el placer en tu rostro.

Olvidar, ¡por caridad!
la música de Schubert sobre el volcán.

Olvidar, ¡sí, carajo!
quién era Simone Choule
y quién Rosemary
y quién era la maga
y Rocamadour, y Mimi y Carol,

¡basta,
prioritario olvidar,
ya basta!

Y entonces: olvidar,
hasta la misma entraña
hasta el hueso del olvido.



Van Oostzanen



Olvidarlo todo, olvidarlo otra vez y otra
y olvidarlo otra,

y morir de olvido, y morir de
traza y morir de cuerpo y morir de sonrisa
y morir de carboncillo y de carbunclo y de medias
y de perfumes y labios,
y morir de lluvia.

Y cuando haya muerto de olvido
que el olvido ya no viva más,
que ya no viva más...

Firmado: Elena Pascual




Rebecca Campbell


domingo, 20 de septiembre de 2009

EL EXTRAÑO CASO DE MR. MACAULIGAN

René Magritte



EL EXTRAÑO CASO DE MR. MACAULIGAN

Una mujer lee el periódico. Llaman a la puerta: “Ring, ring”.

Mujer: ¿Sí?

Hombre: Buenas, ¿puedo pasar?

M.- (Le mira de arriba abajo) Depende.

H.- ¿De qué?

M.- De sus intenciones.

H.- Son buenas. Mire mi carné.

M.- Del partido.

H.- ¿De qué partido?

M.- ¿No es usted ruso?.

H.- ¿Ruso yo?

M.- ¿No?

H.- No.

M.- Entonces pase.

H.- Ah, gracias.

M.- (Haciéndole pasar a un salón) siéntese.

H.- Bueno ..., no sé si...

M.- ¿No está limpia la silla?.

H.- Sí, sí.

M.- ¿Entonces?

H.- Bueno... (se sienta), yo preferiría ver la casa.

M.- ¿Para qué?, ¡pues vaya un entrometido!

H.- No..., es que si la voy a comprar ...




Charles Demuth





M.- ¿Ah!, ¿la va usted a comprar?

H.- Bueno, no lo sé, a eso he venido, pero aún no lo sé.

M.- ¡Mucho exige usted, caballero, para tanta dádiva!

H.- ¡Duda!

M.- ¿Qué si dudo?



Stanislaw Debicki




H.- ¿De qué?

M.- ¡Ah!, no lo sé.

H.- Entonces... podemos mirar la casa, ¿no?

Ambos se levantan de la silla.

M.- Sí, sí, si la va a comprar.

H.- Bueno, no es seguro.

M.- ¡Entonces no! (Se sienta).

H.- ¡Ah! (Se sienta).

El hombre mira a su alrededor, se da un gran sobresalto, aparece un hombre dando saltos.

Hombre 2.- ¡Oh vosotros!, ¡antes erais ácratas y ahora sois demócratas! (Coge al hombre y le obliga a bailar con él).

H.- (Dejándose llevar) ¡Pero! ... ¿quién es este hombre?

M.- Es mi tío. (Coge un periódico y se pone a leerlo).

H.- ¿Su tío?

Tío.- ¿Es usted ácrata?

H.- ¿Yo?

Tío.- ¡Luego es usted demócrata! ¡Ahá!, ¡lo suponía!, ¡bailemos, joven demócrata!. Tararíiiiii (cantando).

H.- (Girando la cabeza a duras penas mientras baila) ¿Cómo se llama su tío?

M.- Suetonio.

H.- ¡Ay!, ¡qué gente más rara son ustedes!

Tío.- ¡Pues anda que usted que es demócrata!

M.- Sí, sí. Ahí tienes razón tío Suetonio.

H.- ¿Y de dónde ha salido usted?

Tío.- De debajo de la mesa.

H.- ¿Y por qué sale usted de debajo de una mesa?

Tío.- ¿Y por qué no?

Dejan de bailar.



Fernando Botero



H.- Sí, claro, también es verdad.

El tío se mete debajo de la mesa. El hombre mira alucinado y se vuelve a sentar en la silla. La mujer sigue leyendo el periódico.

H.- Bueno... ¿podemos ver ya la casa?

M.- ¡Ay, hijo!, ¡y que prisas!, ¿no ve que estoy leyendo el periódico?

H.- Pero... bueno, la puedo ver yo solo.

M.- Eso si que no, usted se queda ahí quieto. ¡Vaya con los demócratas!

H.- ¡Qué manía han cogido ustedes con eso!, eh.

M.- ¡Ah!, ¿qué no es usted demócrata?

H.- Sí.

M.- ¿No ve? Oiga ¿usted quiere confundirme a mí?

H.- ¡Dios me libre, señorita!

Tío.- (Asomando por debajo de la mesa y dirigiéndose al hombre)
¡Tenga!

H.- ¿Qué? (Mirando al tío debajo de la mesa).

Tío.- ¡Tenga, demócrata! ,(le tiende un libro).

H.- ¿Qué es esto? (lo coge).

M.- Lea, lea usted, a ver si se queda un poco calladito (mirando por encima del periódico), ¡qué pesado!

H.- ¡Ah!, un buen libro, ¡sí, señor!. (Se levanta exaltado), ¡mire, señorita, dejen ya de tomarme el pelo, hombre!, ¡yo me voy! ¡Yo sólo quería ver el piso!

Mujer.- ¡Uy, y qué aires se da usted!, ¡pues márchese ya por donde ha venido, que ha venido a quebrantar la paz del hogar!

H.- ¿Pero qué paz es ésta?

M.- ¿Lo ve? ¡Me voy, me voy, pero no se va usted!, ¿eh, tío? (mirando debajo de la mesa), no deja de molestar este señor. ¡Qué señor más pesado!

Tío.- (Desde debajo de la mesa) Oiga, joven, usted con esos humos es un ácrata.

H.- ¿Ácrata yo? (Se sienta, coge el libro y se pone a leerlo).


Tío.- (Desde debajo de la mesa) ¡Eh, eh, señor ácrata!




Bo Bartlet





H.- ¿No me llame usted ácrata!

Tío.- ¿Le han regalado alguna vez un limón y una naranja?

H.- Pues no (desconcertado).

Tío.- ¡Tenga, hombre! (le ofrece desde debajo de la mesa un limón y una naranja), que me ha dado usted lástima.



Julio Romero de Torres



H.- Gracias.

M.- ¿Qué es eso? (mirando extrañada).

H.- ¿No lo ve? ¡y cállese mujer, no me deja usted leer!

Llaman a la puerta (Ring, ring). Se levanta desde debajo de la mesa a abrir el tío. No vemos la escena sólo oímos al tío y al interlocutor que ha llamado a la puerta.

Tío.- ¿Es usted ácrata o demócrata?

Voz.- Demócrata.

H.- ¡Ciérrale, tío Suetonio!, ¡si es demócrata, ciérrale!

M.- ¡Bien dicho! (le da un beso y él se azora). Se oye nuevamente el timbre de la puerta: Ring, ring.

Tío.- (Mirando desde debajo de la mesa al hombre), ¡ay, que trasiego!.
Abra usted que estoy fabricando un tanque.

H.- ¿de agua?

Tío.- No, de tierra.

Se oye: Ring, ring.

M.- (Mirando al hombre por encima del periódico) ¿quiere abrir de una vez?, ¡qué egoísmo!, yo le abrí a usted, ¡claro, como usted ya está dentro!

El hombre se queda mirándola y al fin se decide y va a abrir la puerta. No vemos a los personajes sólo oímos las voces del hombre y de su interlocutor que ha llamado a la puerta.

Voz 2.- ¿Se vende esta casa?

H.- ¡No, no, señor mío!, ¡aquí no se vende nada! Nosotros somos gente muy decente. (Da un portazo). ¡Habrase visto!

Tío.- (Que aparece sentado en la silla donde se sentaba el hombre y leyendo su libro) ¡Diga usted que sí, señor ácrata!

H.- (Se va acercando desde la puerta al tío y a la mujer) ¡Menudo bochorno!, (se mete debajo de la mesa).


Firmado: Elena Pascual




Lucian Freud