miércoles, 16 de mayo de 2012

CARLOS FUENTES: SE NOS FUE UN GIGANTE



Qué triste noticia la del 15 de mayo de 2012. Difícil es continuar sin el maestro. Mis palabras serían demasiado dolientes, prefiero que hablen sus obras, para ello, queridos amigos, quisiera compartir con vosotros algunos fragmentos de La muerte de Artemio Cruz y de Agua quemada, obra compuesta por cuatro relatos.

Ricardo Passos

Artemio Cruz, es el niño que nació en el desarraigo y en el dolor, que conoció los ideales y el amor a lo largo de su vida. Regina, que murió asesinada y la revolución mexicana son recuerdos que afloran al final de su vida, cuando el deterioro de su cuerpo parece simbolizar la corrupción en la que ha vivido tras perder sus entrañas. Su matrimonio con Catalina no equivaldrá a sentimiento, ni su vida de político al joven revolucionario. Nada más lejos de la realidad.

Antonio Cazorla González

La vida y la muerte enigmáticamente mezcladas en el alma mexicana:

"No bastaba la oscuridad. Los ojos largos de Regina brillaban, entreabiertos, como una cicatriz negra y luminosa. Respiró hondo. Las manos de Regina se unieron sobre la nuca del hombre y los perfiles volvieron a acercarse. El calor de los muslos se fundió en una sola llama. Él respiró: recámara de blusas y faldones almidonados, de membrillos abiertos sobre la mesa de nogal, de veladora apagada. Y más cerca, el tufo marino de la mujer humedecida y blanda. Las uñas hicieron un ruido de gato entre las sábanas; las piernas volvieron a levantarse, ligeras, para apresar la cintura del hombre. Los labios buscaron el cuello. Las puntas de los senos temblaron alegremente cuando él acercó sus labios, riendo, apartando la larga cabellera revuelta. Si Regina hablara: él sintió el aliento cercano y le tapó los labios con la mano. Sin lengua y sin ojos: sólo la carne muda, abandonada a su propio placer. Ella lo entendió.


Antonio Cazorla González




Se apretó más junto al cuerpo del hombre. Su mano descendió al sexo del hombre y la de él al monte duro y casi lampiño de esta niña: la recordó desnuda, de pie, joven y dura en su inmovilidad, pero ondulante y suave en cuanto caminaba: a lavarse en secreto, correr las cortinas, abanicar el brasero. Volvieron a dormir, cada uno poseído del centro del otro. Sólo las manos, una mano, se movió en el sueño sonriente.

«—Te seguiré.

»—¿En dónde vivirás?

»—Me colaré a cada pueblo antes de que lo tomen. Y allí te esperaré.

»—¿Lo dejas todo?

»—Me llevaré unos cuantos vestidos. Tú me darás para comprar fruta y comida y yo te esperaré. Cuando entres al pueblo, ya estaré allí. Con un vestido tengo.»






Ricardo Passos




El recuerdo de Regina:

"Catalina me roza la mano con la suya. Qué inútil caricia. No la veo bien, pero tratar de fijar mi mirada en la suya. La retengo. Tomo su mano helada.

-Esa mañana lo esperaba con alegría. Cruzamos el río a caballo.
-¿Qué dices? No hables. No te canses. No te entiendo.
-Quisiera regresar allá, Catalina. Qué inútil.

Sí: el cura se hinca junto a mí. Murmura sus palabras. Padilla enchufa la grabadora. Escucho mi voz, mis palabras. Ay con un grito. Ay, grito. Ay, sobreviví. Son dos médicos que se asoman a la puerta. Yo sobreviví. Regina, me duele, me duele, Regina, me doy cuenta de que me duele. Regina. Soldado. Abrácenme; me duele. Me han clavado un puñal largo y frío en el estómago, hay alguien, hay otro que me ha clavado un acero en las entrañas: huelo ese incienso y estoy cansado. Yo dejo que hagan."




Rabarama-Paola Epifani



Me gustaría ahora traer hasta aquí algunos fragmentos de un relato de Agua quemada que me impactó especialmente: Las mañanitas.


Qué extraño personaje es Federico Silva, tan amante de imaginaciones siniestras e impactantes reuniones:


"A veces Federico Silva gustaba de introducir un toque fantástico en sus conversaciones con los amigos del sábado. Nada hay más satisfactorio que un público agradecido y María de los Ángeles se espantaba fácilmente [...]




John de Andrea



-Ven ustedes, supuestamente la guillotina fue inventada para evitarle dolores a la víctima. Pero el resultado fue exactamente el contrario. La velocidad de la ejecución, en realidad, prolongó la agonía de la víctima. Ni la cabeza ni el cuerpo tienen tiempo de acostumbrarse a su separación. Creen que siguen unidos y la conciencia de que ya no lo están tarda varios segundos en hacerse patente. Esos segundos, para la víctima, son siglos. [...]


Decapitado, el cuerpo se sigue moviendo, el sistema nervioso sigue funcionando, los brazos se agitan y las manos imploran. Y la cabeza cortada, llena de sangre agolpada en el cerebro, alcanza el máximo grado de lucidez. Los ojos desorbitados miran al verdugo. La lengua acelerada impreca, recuerda, niega. Y los dientes muerden ferozmentela canastilla. No hay un solo canasto usado al pie de una guillotina que no esté mordisqueado como por una legión de ratas."





John de Andrea





La muerte atravesando a todos los personajes, su técnica narrativa siempre innovadora, su gusto por emplear los sintagmas nominales como complementos aposicionales. La perspectiva de Carlos Fuentes es única, originalísima, personal como pocas.


"¿Se daba cuenta la anciana con risa de yegua, dientes largos, pechos de requesón tan cruelmente iluminada desde arriba por la lámpara Lalique que solo podía favorecer a Marlene Dietrich, sombras acentuadas, cavidades fúnebres, misterior alucinante? Cabezas cortadas por la luz."





Alexander Klingspor




Tétrico y siniestro aparece este personaje:


"Desde que murió doña Felícitas, Federico Silva empezó a preocuparse de su propia muerte. Dio instrucciones a Dondé:

-Cuando descubran mi cuerpo, antes de avisarle a nadie, pones a tocar este disco.

-Sí, señor.

-Míralo bien. No te equivoques. Aquí lo dejo encimita.

-Pierda cuidado, señor.

-Y abres este libro sobre mi mesita de noche.

-Como mande señor.





Ronnie Van Hout



Que lo encontrasen muerto mientras escuchaba la Inconclusa de Schubert y con El misterio de Edwin Drood de Dickens abierto junto a su cabecera... Esta era la menos elaborada de sus fantasías póstumas. Decidió escribir cuatro cartas. En una de ellas se describía a sí mismo como suicida, en otra como condenado a muerte, en la tercera como enfermo incurable y en la cuarta como víctima de un desastre natural o humano."





Ronnie Van Hout





Desde aquí mi pequeño homenaje a un escritor inmenso. Qué tristes nos quedamos, qué soledad tan grande.